LA
CAPERUCITA ROJA
Cuento N° 26
Cuentos de los hermanos Grimm
Figura
1. Caperucita recibiendo la canasta de su madre
Había una vez una adorable niña
que era querida por todo aquél que la conociera, pero sobre todo por su
abuelita, y no quedaba nada que no le hubiera dado a la niña. Una vez le regaló
una pequeña caperuza o gorrito de un color rojo, que le quedaba tan bien que
ella nunca quería usar otra cosa, así que la empezaron a llamar Caperucita
Roja. Un día su madre le dijo: "Ven, Caperucita Roja, aquí tengo un pastel
y una botella de vino, llévaselas en esta canasta a tu abuelita que esta
enfermita y débil y esto le ayudará. Vete ahora temprano, antes de que caliente
el día, y en el camino, camina tranquila y con cuidado, no te apartes de la
ruta, no vayas a caerte y se quiebre la botella y no quede nada para tu
abuelita. Y cuando entres a su dormitorio no olvides decirle, "Buenos
días," ah, y no andes curioseando por todo el aposento."
"No te preocupes,
haré bien todo," dijo Caperucita Roja, y tomó las cosas y se despidió
cariñosamente. La abuelita vivía en el bosque, como a un kilómetro de su casa.
Y no más había entrado Caperucita Roja en el bosque, siempre dentro del sendero,
cuando se encontró con un lobo. Caperucita Roja no sabía que esa criatura
pudiera hacer algún daño, y no tuvo ningún temor hacia él. "Buenos días,
Caperucita Roja," dijo el lobo. "Buenos días, amable lobo." -
"¿Adonde vas tan temprano, Caperucita Roja?" - "A casa de mi
abuelita." - "¿Y qué llevas en esa canasta?" - "Pastel y
vino. Ayer fue día de hornear, así que mi pobre abuelita enferma va a tener
algo bueno para fortalecerse." - "¿Y adonde vive tu abuelita,
Caperucita Roja?" - "Como a medio kilómetro más adentro en el bosque.
Su casa está bajo tres grandes robles, al lado de unos avellanos. Seguramente
ya los habrás visto," contestó inocentemente Caperucita Roja. El lobo se
dijo en silencio a sí mismo: "¡Qué criatura tan tierna! qué buen bocadito
- y será más sabroso que esa viejita. Así que debo actuar con delicadeza para
obtener a ambas fácilmente." Entonces acompañó a Caperucita Roja un
pequeño tramo del camino y luego le dijo: "Mira Caperucita Roja, que
lindas flores se ven por allá, ¿por qué no vas y recoges algunas? Y yo creo
también que no te has dado cuenta de lo dulce que cantan los pajaritos. Es que
vas tan apurada en el camino como si fueras para la escuela, mientras que todo
el bosque está lleno de maravillas."
Figura 2. Caperucita
recogiendo flores
Caperucita Roja levantó
sus ojos, y cuando vio los rayos del sol danzando aquí y allá entre los
árboles, y vio las bellas flores y el canto de los pájaros, pensó:
"Supongo que podría llevarle unas de estas flores frescas a mi abuelita y
que le encantarán. Además, aún es muy temprano y no habrá problema si me atraso
un poquito, siempre llegaré a buena hora." Y así, ella se salió del camino
y se fue a cortar flores. Y cuando cortaba una, veía otra más bonita, y otra y
otra, y sin darse cuenta se fue adentrando en el bosque. Mientras tanto el lobo
aprovechó el tiempo y corrió directo a la casa de la abuelita y tocó a la
puerta. "¿Quién es?" preguntó la abuelita. "Caperucita
Roja," contestó el lobo. "Traigo pastel y vino. Ábreme, por
favor." - "Mueve la cerradura y abre tú," gritó la abuelita,
"estoy muy débil y no me puedo levantar." El lobo movió la cerradura,
abrió la puerta, y sin decir una palabra más, se fue directo a la cama de la
abuelita y de un bocado se la tragó. Y enseguida se puso ropa de ella, se
colocó un gorro, se metió en la cama y cerró las cortinas.
Mientras tanto,
Caperucita Roja se había quedado colectando flores, y cuando vio que tenía
tantas que ya no podía llevar más, se acordó de su abuelita y se puso en camino
hacia ella. Cuando llegó, se sorprendió al encontrar la puerta abierta, y al
entrar a la casa, sintió tan extraño presentimiento que se dijo para sí misma:
"¡Oh Dios! que incómoda me siento hoy, y otras veces que me ha gustado
tanto estar con abuelita." Entonces gritó: "¡Buenos días!," pero
no hubo respuesta, así que fue al dormitorio y abrió las cortinas. Allí parecía
estar la abuelita con su gorro cubriéndole toda la cara, y con una apariencia
muy extraña. "¡!Oh, abuelita!" dijo, "qué orejas tan grandes que
tienes." - "Es para oírte mejor, mi niña," fue la respuesta.
"Pero abuelita, qué ojos tan grandes que tienes." - "Son para
verte mejor, querida." - "Pero abuelita, qué brazos tan grandes que
tienes." - "Para abrazarte mejor." - "Y qué boca tan grande
que tienes." - "Para comerte mejor." Y no había terminado de
decir lo anterior, cuando de un salto salió de la cama y se tragó también a
Caperucita Roja.
Figura 3. El
lobo asustando a Caperucita
Entonces el lobo
decidió hacer una siesta y se volvió a tirar en la cama, y una vez dormido
empezó a roncar fuertemente. Un cazador que por casualidad pasaba en ese momento
por allí, escuchó los fuertes ronquidos y pensó, ¡Cómo ronca esa viejita! Voy a
ver si necesita alguna ayuda. Entonces ingresó al dormitorio, y cuando se
acercó a la cama vio al lobo tirado allí. "¡Así que te encuentro aquí,
viejo pecador!" dijo él."¡Hacía tiempo que te buscaba!" Y ya se
disponía a disparar su arma contra él, cuando pensó que el lobo podría haber
devorado a la viejita y que aún podría ser salvada, por lo que decidió no
disparar. En su lugar tomó unas tijeras y empezó a cortar el vientre del lobo
durmiente. En cuanto había hecho dos cortes, vio brillar una gorrita roja,
entonces hizo dos cortes más y la pequeña Caperucita Roja salió rapidísimo,
gritando: "¡Qué asustada que estuve, qué oscuro que está ahí dentro del
lobo!," y enseguida salió también la abuelita, vivita, pero que casi no
podía respirar. Rápidamente, Caperucita Roja trajo muchas piedras con las que
llenaron el vientre del lobo. Y cuando el lobo despertó, quizo correr e irse
lejos, pero las piedras estaban tan pesadas que no soportó el esfuerzo y cayó
muerto.
Las tres personas se
sintieron felices. El cazador le quitó la piel al lobo y se la llevó a su casa.
La abuelita comió el pastel y bebió el vino que le trajo Caperucita Roja y se
reanimó. Pero Caperucita Roja solamente pensó: "Mientras viva, nunca me
retiraré del sendero para internarme en el bosque, cosa que mi madre me había
ya prohibido hacer."
También se dice que
otra vez que Caperucita Roja llevaba pasteles a la abuelita, otro lobo le
habló, y trató de hacer que se saliera del sendero. Sin embargo Caperucita Roja
ya estaba a la defensiva, y siguió directo en su camino. Al llegar, le contó a
su abuelita que se había encontrado con otro lobo y que la había saludado con
"buenos días," pero con una mirada tan sospechosa, que si no hubiera
sido porque ella estaba en la vía pública, de seguro que se la hubiera tragado.
"Bueno," dijo la abuelita, "cerraremos bien la puerta, de modo
que no pueda ingresar." Luego, al cabo de un rato, llegó el lobo y tocó a la
puerta y gritó: "¡Abre abuelita que soy Caperucita Roja y te traigo unos
pasteles!" Pero ellas callaron y no abrieron la puerta, así que aquel
hocicón se puso a dar vueltas alrededor de la casa y de último saltó sobre el
techo y se sentó a esperar que Caperucita Roja regresara a su casa al atardecer
para entonces saltar sobre ella y devorarla en la oscuridad. Pero la abuelita
conocía muy bien sus malas intenciones. Al frente de la casa había una gran
olla, así que le dijo a la niña: "Mira Caperucita Roja, ayer hice algunas
ricas salsas, por lo que trae con agua la cubeta en las que las cociné, a la
olla que está afuera." Y llenaron la gran olla a su máximo, agregando
deliciosos condimentos. Y empezaron aquellos deliciosos aromas a llegar a la
nariz del lobo, y empezó a aspirar y a caminar hacia aquel exquisito olor. Y
caminó hasta llegar a la orilla del techo y estiró tanto su cabeza que resbaló
y cayó de bruces exactamente al centro de la olla hirviente, ahogándose y
cocinándose inmediatamente. Y Caperucita Roja retornó segura a su casa y en
adelante siempre se cuidó de no caer en las trampas de los que buscan hacer
daño.
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